El día que Nairo le arrebató la Maglia Rosa a Rigo

La Maglia Rosa / Nairo Quintana

Tras el soberbio Tour de Francia de 2013. Eusebio Unzué creía que la competencia de la Maglia Rosa estaba hecha a la medida de Nairo, debido a la buena porción de montaña en la ruta, un terreno donde pocos lo desafiarían. Lo entendieron también sus rivales y buscaron distanciarlo en los días previos a las cuestas. En una prolongada contrareloj de 42 kilómetros, entre Barbaresco y Barolo, más plana que ondulada, Rigoberto Urán dominó y anunció su aspiración al título. Era el líder y portador de la camisa rosa. A Quintana, sin ir más lejos, lo aventajaba por más de tres minutos.

Dos días después se subía el Santuario de Oropa, una cuesta temida y escenario de una hazaña célebre, que a veces corean los amantes del ciclismo. En 1999, Marco Pantani, el mejor escalador de los últimos 50 años, quedó relegado por un problema en la cadena de la bicicleta, y tras el auxilio tardío que le prestó su equipo, ascendió sobrepasando a los rivales hasta coronar primero. No levantó los brazos porque creyó que alguien más iba a delante. En 2014 no hubo leyenda ni nada parecido. Quintana fue controlado y apenas descontó 25 segundos a Urán, que corría para el Omega Pharma - Quick Step. Al día siguiente, en Montecampione, rebajó 20 más, Ya estaba a 2 minutos y 40 segundos del antioqueño, todavía lejos.

El próximo episodio concluía en el pico Val Martello, después de atravesar el Gavia y el Stelvio, dos de los puertos más imponentes del ciclismo mundial, sumadas las tres cumbres eran 67 kilómetros de ascenso, atravesadas por inclementes lluvias y nieve, un autentico reto de supervivencia. En Movistar había alarma porque su líder aún no se recuperaba de una gripa y le surgieron algunos síntomas de otitis.

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Fue el infierno bajo cero. Fabio Duarte, del Team Colombia, nunca corrió con tanta nieve y temperatura tan baja; al cruzar por el Gavia creyó que sufriría de hipotermia. El paisa Julián Arredondo no pudo escapar de los vientos glaciales y tuvo que meterse durante 15 minutos en un carro con calefacción. Quintana sufrió como nunca. En plena escalada al Stelvio avanzaba sin impermeable y al intentar bajarse de la bicicleta para ponérselo, lo atajó su gregario Gorka Izaguirre.

“Él me apoyó bastante en ese momento difícil, me dio de su comida y seguimos pedaleando” declaró Nairo.

Luego hubo una polémica tan recia como la nevada. Semanas antes, analizando los pronósticos del tiempo, los organizadores de la carrera contemplaron que la etapa podría ser cancelada o peluqueada, eliminando de la prueba alguna de las tres cimas.

Nadie quería repetir lo ocurrido en 1988 cuando, atravesando el mismo Gavia, una tempestad de nieve golpeó a los ciclistas brutalmente, por lo que esta se considera la etapa más dura de la historia. “El día que los hombres fuertes lloraron”, tituló la Gazzeta dello Sport esa jornada en la que muchos competidores decidieron abandonar, otros enfermaron, alguno prefirió tirarse un te caliente por la cabeza en la desesperación y otro derramó café sobre su cuerpo.

No hubo vuelta atrás. Los meteorólogos calcularon que el clima permitía correr, pero la naturaleza no estuvo de acuerdo.

 

“Ese día hubo mucha confusión, recuerda Duarte. Nos dijeron que por seguridad los organizadores habían neutralizado la carrera en la bajada del Stelvio. Unos querían seguir y otros no. Los comisarios no se ponían de acuerdo.

El capo del Movistar, ya recuperado y con Izaguirre como escudero, aceleró en el descenso y, en medio del caos, atacaron Rydel Hesjedal, campeón en 2012, Matteo Rabottini, Pierre Rolland y Romain Sicard. Ya en el último puerto Nairo cambio de ritmo y fue desgajando a los rivales que procuraban seguirlo. Atrás Rigoberto Uran sucumbía por la confusión, la rudeza del viaje y las piernas del boyacense.

Matt Rendell, jefe de prensade aquel Giro, lamenta que el espectáculo del colombiano hacia Val Mertello fuera minimizado por la polémica, que que debería recordarse como una de las grandes trepadas en la historia del ciclismo.

“Nunca hubo neutralización, insiste, y Nairo no atacó. Delante de el iban otros corredores que eran una amenaza en la general, como Rolland y Hesjedak, y debía controlarlos”.

Por desgracia el ambiente se enrareció. Algunos creían ver como un colombiano destronaba a otro colombiano. E incluso, algunos lo asumieron como un duelo regional entre Boyacá y Antioquia. Muchos olvidaron que en el ciclismo profesional no se pedalea por un país, sino por un equipo que paga.

 Tomado del libro "Llegar a la Cima" de José Ángel Báez  Editorial Planeta

 

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